Estudié la carrera de veterinaria para acercarme a los caballos y tratar de comprenderlos. La profesión me brindó recursos académicos para seguir cerca de ellos, pero no sació mi necesidad de conexión con el mundo equino. Fui una buscadora crónica, llena de inquietudes de manejo, de doma, de amanse y de monta. Pasé por hípicos y por campos; por caballos prestados o de alquiler y siempre me faltó más conexión, más tiempo y más vínculo. Pero recién cuando tuve mis propios caballos aprendí sobre mis incongruencias entre lo que pienso-siento y lo que hago. No hay mejor maestro que un equino para mostrártelo. Ellos reflejan las emociones, la corporalidad y hay veces que creo que leen los pensamientos. Con los caballos obtuve tanta información sobre mi desconocida humanidad que nuevamente retomé mis estudios pero esta vez desde el Coaching ontológico. Hoy sumo las herramientas del coaching ontológico, la etología equina, la espiritualidad, y tantas búsquedas por diversos lugares a mi...
Dada su naturaleza de animales de presa y en función de su supervivencia, los caballos son seres extremadamente sensibles. Para sobrevivir, necesitan vivir en manadas y poseen pautas de convivencia y liderazgo muy claras. La lectura y empatía del lenguaje corporal-emocional de sus compañeros les permite empatizar y reflejarlos antes de analizar la información que están recibiendo. Si uno levanta la cabeza, todos entran en alerta. En su vida no existe la dualidad: se manifiestan con autenticidad mostrando lo que sienten y perciben, viviendo en el eterno presente. Los humanos en cambio solemos estar librando batallas interiores donde nuestras emociones están en pugna con nuestros pensamientos y nuestras acciones. Cuando entramos a la pista de trabajo los caballos nos reflejan, al igual que lo hacen con la manada, nuestro estado emocional. Si leen temor, interpretan que hay peligro, si leen inseguridad toman el liderazgo o buscan otro líder, y así danzan con cada emoción ...