La evolución del vínculo entre los caballos y el hombre
De fuente de alimento a compañero espiritual
Los primeros registros que se poseen de la domesticación de los caballos datan del año 3000 a.c. en Turkmenistán. Originalmente fueron utilizados como fuente de alimento y recién en el año 1560 a.c. en Egipto encontramos figuras de jinetes montados. A partir de entonces, su utilización se extendió por toda Europa, proporcionando una gran capacidad de conquista a las civilizaciones que los incorporaron, ya que se convirtieron en una herramienta fundamental para la guerra, donde muchas veces fueron tratados más como camaradas que como esclavos.
Partiendo de las razas que la naturaleza moldeó en cada región, los humanos seleccionaron y generaron, en lo que se consideran pocas generaciones a nivel evolutivo, nuevas razas cuyas aptitudes favorecen las utilidades buscadas. Así, encontramos razas de “sangre fría”, que son animales de porte pesado, temperamento tranquilo y resistentes, utilizados para transporte y tareas pesadas. En el otro extremo se encuentran los caballos de “sangre caliente”, como los Pura Sangre de Carrera, de temperamento explosivo, veloces y sumamente atléticos. Entre un extremo y el otro existen cientos de razas y sus cruzas, que se utilizan para los más variados fines.
Con el advenimiento de la mecanización y los nuevos transportes, los caballos fueron liberados en gran medida de las tareas pesadas, pero en nuestro afán de seguir teniéndolos cerca, generamos deportes ecuestres y disciplinas de refinados ejercicios, realizados en pistas ornamentadas y con jinetes finamente ataviados. Así, ellos nos siguen tolerando en la búsqueda del más rápido, el más resistente, el más ágil, el más dócil…
El hombre sigue buscando llenar su vacío interior con logros y miradas exteriores, y qué mejor para lucirse que la noble estirpe de un caballo. Los caballos siempre nos acompañaron en nuestras búsquedas exteriores, y en la actualidad, como buenos maestros que son, también lo hacen en nuestra búsqueda interior. Tuvieron que pasar siglos para que una pequeña parte de la humanidad reconociera su sensibilidad y las aptitudes espirituales de estos mágicos animales, y finalmente nos diéramos vuelta para observarlos y buscar aprender lo que tan sabiamente tienen para enseñarnos.
Son físicamente poderosos y extremadamente sensibles; al punto que una mosca los logra estremecer por completo. A pesar de que su emoción fundamental el miedo y su reacción principal la huida, arremetieron en las batallas valerosamente.
Pueden demostrar afecto dando caricias con total delicadeza a pesar de no poseer manos o valerse de su cuerpo para echar a quien no comprenda su displacer.
Nos enseñan de coherencia entre lo que sienten, piensan y expresan. Nos reflejan en nuestros sentires y expresiones, mostrándonos a tiempo presente. Nos muestran cómo percibir el entorno como un todo, con los sentidos bien abiertos.
Por todas estas cualidades y muchas más, en La Manada Mansa proponemos re-vincularnos con los caballos, lo que indefectiblemente nos hace re-vincularnos con nosotros mismos. En un entorno privado, armonioso y seguro, asistido por caballos mansos pero con un espíritu equino intacto, proponemos:
- Tareas y ejercicios de profundidad gradual para entablar un vínculo armónico y duradero entre ambas especies.
- Registrar nuestro lenguaje corporal y emocional a partir del reflejo que me muestra el caballo.
- Disfrutar de su cercanía, sus caricias, su aroma y su poderosa naturaleza.
- Superar traumas previos para poder entablar una relación sanadora y gratificante.
- Montar con conciencia.
- Realizar consultas particulares para re-vincularte con tu propio caballo.
CONTACTO
Paula Merkler
+54 911 4992 7384
lamanadamansa@gmail.com
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